He comprendido el amor de Dios

Iglesia Semilla de Esperanza, pastor José Ángel Martínez Bautista
Tijuana, Baja California

Nací y crecí en un hogar común, donde mamá y papá siempre estuvieron al pendiente de mi educación y mi desarrollo para ser una persona de bien.  En casa nunca hubieron alcohol ni drogas, mi papá es una persona muy sana y comprometida con su familia; se podría decir que es un padre ejemplar, por lo consiguiente mi madre también. Nunca carecimos de algo, siempre tuvimos lo necesario para tener una vida digna y decorosa.

Fui criada bajo las enseñanzas y valores de nuestros abuelos, donde el respeto, la obediencia y el amor a los padres deben estar presente siempre en nuestras vidas. Era la familia perfecta, nunca hubo pleitos, discusiones, ni desacuerdos. Nada que me fuera a inducir a llevar una vida de perversión. Sin embargo, al comenzar a tener una vida independiente, empecé a conocer el mundo de una manera diferente. Quería pertenecer a mi grupo de amistades, quienes empezaron a influenciar en mi vida de manera muy directa. Conocí el mundo del alcoholismo, las fiestas y el desorden, todos esos valores con las que fui criada en casa, se quedaron en el olvido.

Todas esas novedades me parecían muy atractivas. Me decía que no pasaba nada malo, era simple diversión, hasta que esa diversión comenzó a controlar mi vida.  Primero con el alcohol, no lo podía dejar; después con el cigarro, y por probar empecé con drogas en pequeñas dosis, para después convertirme una persona dependiente y terminé hundida en las adicciones.

Ya no existía nada de esa hija de valores y buenos principios. Mi familia se decepcionó de mí y se fueron apartando. Mis amistades se alejaron al ver como mi vida cada día se iba desmoronando a causa de las adicciones. Rompí con mis principios, pues al no tener ingresos, para seguir sosteniendo mis adicciones, comencé a robar. En mi vida, llegué al punto en el cual no tenia control de mí. No tenía noción del tiempo, ni del lugar donde me encontraba. Mi familia decidió intervenir y decidieron ingresarme a un anexo femenil para controlar mis adicciones.

Al principio no fue nada fácil, seguía rebelde. Pero en este lugar conocí a Dios, por medio de los hermanos de la Iglesia Semilla de Esperanza, quienes una vez por semana llegaban a compartir lecciones de la Biblia. En un principio no quería nada con Dios, sentía que todo eso era hipocresía y que de nada me serviría, sin embargo, el amor de los hermanos hacia mi, aun cuando los rechazaba, me hizo entender que algo de eso era bueno y podría servir a mi vida.

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Hace un mes comenzamos los estudios del discipulado El Camino de la felicidad y a través de cada lección he ido comprendiendo el verdadero amor de Dios y el propósito que tiene en la vida de cada persona. He comprendido cuan alejada estaba de la verdadera vida que Dios quiere para la humanidad. La vida abundante si es posible.

Gracias a este discipulado y a los folletos que nos han compartido, he podido entender como el enemigo ataca nuestras vidas, con el único fin de destruir nuestro razonamiento y de esta forma alejarnos de la voluntad de Dios. Deseo poder recuperarme pronto para salir a las calles y compartir este mensaje de amor a mis compañeros con quienes me drogaba antes, sé que también ellos necesitan de Dios.

Erika Moreno Cuevas

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