Una reflexión de quién es Dios
Septiembre, 2020
En una pequeña ciudad de Italia, hace casi veinte siglos, por la erupción del monte Vesubio, un río de lava quemó viejos manuscritos, hoy son más carbón extinguido. Hasta la fecha, lenta y penosamente, línea por línea, palabra por palabra se han utilizado toda clase de procesos ingeniosos para descifrar su contenido.
Supongamos por un momento que uno de esos rollos contuviera una copia de las cartas de Juan. Imagina que es la única copia en el mundo, utilizando éstas técnicas vamos descubriendo poco a poco su contenido, llegamos al capítulo cuarto y al versículo ocho de la primera carta y podemos descifrar estas palabras:
“Dios es”
dos palabras. Y no sabemos el resto de la oración. El resto es una enigma… ¡Qué desesperación!
Todo lo que los filósofos han buscado, lo que los hombres más sabios renunciaron entre ellos a descubrir, una definición de Dios, una explicación clara de quién es Él. “Dios es…” ¿Qué nos dice esto? ¿Quién es Él? ¿Quién es este Dios escondido?
“Quien vive en una luz inalcanzable, a quien nadie ha visto o puede ver, de tal manera que el hombre lo busca y tal vez se esfuerce para tratar de alcanzarlo y hasta que lo encuentre, aunque Él no está lejos de cada uno de nosotros”
1 de Timoteo 6:16
¿Quién es Él, que nos compele, por la falta de información a llorar como Job?
“… si sólo supiera dónde encontrarlo.”
“pero si yo voy hacia el este, Él no está allá; si yo voy hacia el oeste, tampoco lo encuentro allí. Cuando Él está trabajando en el norte, no lo veo; cuando Él se va al sur, apenas veo su silueta”
Job 23:3, 8-9
¿Quién es Él? Para la raza humana, ¡descanso, salvación, eternidad! Que emoción seguir descubriendo en este manuscrito quemado y ver la tercer palabra:
“Dios es amor”
¿Qué cosa mejor podríamos desear? Este Dios quien está escondido, este Dios increíble, este Dios Santo. Él es amor. ¿Qué más necesitamos?
En conclusión, cualquiera que dice Dios, dice Amor. Esta es la revelación que pone fin a nuestras preocupaciones, una garantía asegurada por la obra de Jesucristo para nuestra salvación y nuestra felicidad presente, futura y eterna.
Estas son las Buenas Nuevas que nosotros hemos recibido que estamos llamados a compartir.