PERSEVERANDO EN LA CALAMIDAD

Por Heber González
Quien nunca ha estado involucrado en el ministerio de las misiones, tampoco tiene una visión exacta de todo lo que implica este ministerio. Incluso hay quien diría que éste es un trabajo fácil. En mi andar como Misionero, he escuchado comentarios no muy positivos acerca de que testificar de Cristo es un trabajo para hermanos flojos, que lo único que les complace es estar viajando y vivir a expensas de aquellos ministerios que sí trabajan o están bien establecidos. ¡Vaya, qué triste y pobre concepto de un ministerio que es tan trascendental como son las misiones! Sin bien es cierto, tanto en las misiones como en los demás ministerios existe gente que no es sincera, que ve esta profesión como una oportunidad para sacar algún provecho particular… pero sucede igual tanto con evangelistas, como con pastores, etc. Estos son aquellos de los que el apóstol Pablo se refirió como falsos hermanos, y engañadores. Pero el punto aquí, es que nunca debiéramos permitirnos generalizar, porque existen aquellos que sí son sinceros y que lo han dejado todo para servir a Cristo.
En realidad todo ministerio está expuesto a la crítica; esto es algo de lo cual todo cristiano puede salir avante si deposita su confianza en Dios.
Los que confían en el Señor son como el monte sion, que es inconmovible, que permanece para siempre. Salmo 125:1
Sin duda el efecto más nocivo que provoca la crítica negativa es el desánimo, un mal que tiene por objeto paralizar o hacer desistir al obrero de su llamado. En la labor de llevar la preciosa semilla del evangelio, aunque han sido muchos los casos de misioneros que han sido expuestos de esta manera, el desenlace de aquellos que se refugiaron en Dios en momentos de prueba, terminaron exitosos tanto en su vida personal como en su ministerio, porque el Señor no los abandonó. Más bien utilizó la adversidad para enseñarlos a depender sólo de Él cada vez más.
Un temperamento melancólico no ayuda de mucho para resistir esta clase de pruebas; sin embargo, la buena noticia es que no importa cuán débil o fuerte seas de carácter -ya que no depende de ti- si permitimos que Dios nos guarde, no dudemos que él nos sostendrá.
Difícil resulta comprender esto cuando el panorama parece oscuro, pero el fiel Señor aclarará la visión de todos aquellos que le aman, para mostrarles Su luz.
Mientras me dirijo a mi destino, en esta ocasión a Mazatlán, una feroz lucha se libra en mi mente contra el desánimo al que me refiero en este artículo. Ocupan mi mente mil cuestionamientos acerca de si vale la pena hacer todo esto. Luego pienso en las renuncias que este ministerio implica: dejar familia, renunciar a la comodidad, prácticamente renunciar a tu vida personal, por algo que parece que es tan poco valorado por los demás.
Cuando más abrumado me sentía, sobrenaturalmente una voz resuena en mi interior recordándome que “fiel es el que prometió”, y que esta vida no consiste en comida, ni en bebida, sino justicia y paz y gozo en el espíritu (Rom 14:17). En otras Palabras en momentos de crisis debemos recordarnos lo efímera, vana y pobre que resulta esta vida, en comparación con la eterna, verdadera y grandiosa vida que encontramos en Jesús. Cuando un cristiano asume esta perspectiva, entonces recibe la paz para descansar en Cristo y la fortaleza para seguir adelante en la faena, por saberse poseedor de lo que en verdad es mejor que todo.
En este viaje recibí una importante lección de parte de Dios, de que a pesar que no me sentía ni muy positivo, ni animado respecto al trabajo que el Señor me había mandado a hacer en una pequeña congregación presbiteriana en Mazatlán Sinaloa. Después de 15 horas de viaje, ahora tenía que soportar el intenso calor de la costa para estar sólo tres días impartiendo entrenamientos para enseñar a un grupo de hermanos que nunca antes habían salido a evangelizar. A medida que los días transcurrían parecía que mi alma libraba una guerra entre la fe y el escepticismo. El sonido del abanico que lentamente giraba en el techo de la habitación donde me hospedaba, merecordaba lo “miserable” que soy, al no mitigar en nada el intenso calor que sentía en aquel entonces. A veces Dios nos permite pasar por esta clase de circunstancias para enseñarnos que no todo en esta vida es amor y felicidad. Creo que es Su manera de no permitirme deslumbrarme por un mundo donde no pasaré la eternidad.
Resignado buscaba encontrar paz en las lecciones de Jesús y del apóstol Pablo, cuando el hijo de Dios no tenia donde recostar su cabeza, y Pablo con sumo gozo asumía que todo en este mundo, refiriéndose a todo lo malo, pero también a aquello que podemos considerar como “bueno”, todo lo daba como cosa perdida con tal de ganar a Cristo. La Palabra es el medio más efectivo para asirnos de fe en momentos de crisis.
Pero por las tardes, algo extraordinario sucedía, cuando parecía que ahora estaba en el otro lado de la moneda. Durante el entrenamiento, el Señor me reconfortaba y me daba de Su gracia para impartir la Palabra. Los hermanos eran bendecidos con cada ministración y el último día tuvimos la oportunidad de salir a una colonia con gran necesidad espiritual, donde visitamos los hogares y compartimos el Evangelio con las personas que nos atendían. Pudimos hablar con decenas de ellos, de todo tipo de condición social, pero también de pensamiento. ¡Qué hermosa experiencia, ver a estos hermanos compartir las Buenas Nuevas y así obedecer al Señor en la Gran Comisión!
Eran aproximadamente las 6 p.m., y el calor empezaba a decrecer por la fuerte brisa marina que por las tardes refresca el ambiente, cuando me encontré en un taller mecánico con un joven que trabajaba arreglando motos, me acerqué hasta donde él estaba, y empecé a hablarle acerca de su idea sobre Jesús. Tristemente pude darme cuenta de la falsa idea que la mayoría de las personas tienen acerca de Cristo. Después de exponerle las verdades salvadoras de la Palabra, me impresionaba la actitud de este joven, cuando paciente e interesadamente atendía a cada cuestionamiento y después de que cada verdad le era presentada, él la asumía como verdadera. Su actitud daba la impresión de ser el campo perfecto para que la semilla del evangelio germinara. Pero parecía que algo no andaba bien, el podía asumir que todo era cierto, pero era demasiado bueno como para él. Simplemente no estaba dispuesto a renunciar a los pobres y temporales placeres que le proporcionaba esta vida por seguir a Cristo. Era como la historia del joven rico, pero en un contexto muy pobre, donde no había riquezas, y en cambio el tesoro no eran más que unos cuantos distractores tontos y vanos.
El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará. Mat. 10:39
Felizmente regresé a mi habitación esa noche, consciente del gran privilegio que se me había dado, se me había otorgado el don de creer en Jesús y de ser llamado hijo de Dios, algo que muchos nunca llegaran a aceptar, ni a comprender.
También me sentí apenado por mi falta de fe, mis grandes tormentas no eran más que pequeños chubascos que el Señor permitía para mostrarme Su misericordia al permitirme batallar por Su causa. Siempre tendré la oportunidad de experimentar Su misericordia cuando el extienda Sus manos en mi ayuda.
¡Cuán bueno es Dios!
Después recibimos noticias de que algunas personas que habían sido evangelizadas en aquella tarde, estaban asistiendo a las reuniones de la Iglesia y que la pequeña congregación que no sabía evangelizar, ahora había emprendido un proyecto donde se iba a visitar a todos los hogares de la colonia donde está ubicado su templo, para decirle a los vecinos que Jesús es el Salvador del mundo.
“¡Cuán grandes cosas puede hacer nuestro Dios, con tan poca fe en un hombre que, a pesar de las circunstancias, sigue adelante!”
Señor, enséñanos a valorar todos los días y por encima de todo,
El gran amor del que somos objeto.
Que nuestras pequeñas tormentas no oscurezcan en nuestra mente tu formidable bondad, para siempre en Ti confiar.
Permítenos rendir todo lo que somos a tus excelentes propósitos, y que con sumo gozo nos contentemos siempre en tu voluntad.
Amén.
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