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Padre Celestial, ¡ayúdame!

Iglesia Casa de Dios, pastor Alfredo Castañeda Huitrón
Torreón, Coahuila

Torreón ha sido por mucho tiempo nido de delincuentes, y en estos tiempos de pandemia se puso aún más difícil la situación.  Además de muchos muertos y contagiados por el covid19, no hay trabajo, la economía está por los suelos, provocando que las familias se vean envueltas en muchos problemas y están desesperados por no poder dar la solución a sus necesidades. En la calle, se puede ver a muchas personas pidiendo ayuda económica o física y eso parte el alma.

Antes de tener a Cristo en mi corazón, sabía de la existencia de Dios, pero no lo conocía y mi corazón era insensible a las situaciones de las demás personas. Sólo me importaba lo que a mí me sucedía. Podía ver gente en necesidad y no me nacía el ayudar. 

Sin embargo, el Señor fue permitiendo cosas en mi vida, que fueron desesperándome cada día más, al punto que tuve que levantar mi rostro al cielo y decir ¡Padre Celestial ayúdame!  Nuestro Señor, en su infinita misericordia, escuchó mi petición y empezaron muchas personas a abordarme, en el trabajo, en la calle y en reuniones para hablarme de Cristo. Al principio, no entendía por qué. De pronto, muchos me hablaban de la Biblia y sus promesas. 

Ahora entiendo que era Dios quien estaba contestando mi petición, dándome sus instrucciones para salir de esa frustración y soledad en la que vivía. Poco a poco, entendí que debía reconocer que soy un pecador, y que eso me apartaba de la Gloria de mi Señor.  Debía arrepentirme de mis pecados, confesarle mis faltas, pedirle perdón, y reconocer a Cristo como mi único y suficiente Salvador. 

Finalmente, lo hice y eso me dio una paz que sobrepasa todo entendimiento.  Eso me permite, el día de hoy, tener una comunión con el Señor. Me ha dado un corazón de carne, me permite ver ahora con ojos espirituales mi entorno y me ayuda diariamente a ser útil en Su obra para Su honra y gloria.

Ahora, junto con más hermanos de la Iglesia Casa de Dios, mi Señor pone en mi corazón llevar alimento físico y espiritual a las personas que están en las calles, pidiendo algo de dinero o comida.  Llegamos con ellos y les pedimos nos permitan orar por ellos y muchos lo aceptan.  Después que oramos por ellos, vemos rostros diferentes y tengo la seguridad que el Espíritu Santo hará Su obra en ellos. 

Hay hermanos que nos acompañan que tienen poco tiempo en los caminos del Señor y puedo ver que quedan impactados de lo que sucede después que oramos por las personas. Eso los anima a no claudiar en su estudio bíblico y seguir buscando mayor intimidad con Dios. 

Continuaremos compartiendo la comida espiritual y física por las calles.  Agradecemos a nuestros hermanos de Cruzada Mexicana por ayudarnos con folletos los cuales regalamos a las personas junto con un poco de alimento para su cuerpo. 

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