EVANGELISMO HOY

 

En medio de una generación difícil.

El Evangelismo siempre ha sido y seguirá siendo el propósito de existir de la verdadera Iglesia. Al cumplir con este fin el propósito de glorificar y amar a Cristo se ve expresado en la obediencia. Mucho es lo que se ha dicho y escrito al respecto, pero lo que urge en nuestros tiempos más que información y teoría necesitamos ir a la práctica. Tiempos difíciles son los que nos ha tocado  vivir, donde una generación se levanta sin temer al Dios verdadero ya sea por rebeldía o desconocimiento, tiempos de confusión y de revuelta social donde prácticamente cada uno puede crear su propia religión y adorar cualquier cosa y llamarla Dios, algo que nunca antes se imaginó.

Así es la época que nos tocó vivir. Abunda una enorme diversidad de ideologías y pensamientos orientados a resolver los dilemas del hombre como alcanzar la plenitud, el éxito, la paz, las riquezas y obtener la vida eterna entre otros. Enseñanzas que prometen ser la respuesta a esa incansable búsqueda que por siglos el hombre ha querido encontrar para suplir su necesidad de trascendencia, pero que equivocadamente ha creído alcanzar fundándolas en cosas y objetos tan vanos y efímeros como son el hombre mismo, la religión y las cosas creadas y materiales. Nos hemos tardado en reconocer que las respuestas a nuestra condición  no están en el mundo material sino en el espiritual.

Lod cristianos sabemos que esta es una verdadera mentira, un intento premeditado por Satanás por esconder la verdad y hundir en el engaño a toda una generación.

Hoy el materialismo parece ser un grande problema,  muchas personas  necesitan de entre tanta distracción encontrar un espacio donde meditar y darse cuenta de su situación, asumir su condición de perdidos a consecuencia de sus pecados y esto se logra sólo a través de la exposición del Evangelio.

Esta es una generación difícil como ninguna otra, es una que dice conocer a Dios pero por otro lado, por sus actitudes, parece que no le importa, abiertamente es desafiada su veracidad y se atenta contra su justicia y santidad. Sólo basta con poner atención a los sucesos del día a día y darnos cuenta que en la gran mayoría no hay ningún respeto hacia Dios.  Gran parte de la culpa de  esta situación se debe a que la Iglesia no ha cumplido con el ministerio de la predicación de los perdidos. Esta desinformación proviene de una idea vaga que muchos incrédulos se han creado de un Cristo permisivo, producto del cristianismo light y anti bíblico que hoy se predica en muchas iglesias cristianas. Esta falsedad sólo se puede desenmascarar con una exposición fiel y verídica del Evangelio  donde se presenta al  Cristo verdadero  y esta misión se logra cuándo se va  y se les  predica en su propio contexto,  o sea:  ir y visitarlos en sus hogares, evangelizarlos en sus trabajos o en los colegios,  etc.

En el pasado la Iglesia nunca desistió de esta ardua labor, se esforzó siempre por cumplir la Gran Comisión que estaba adherida al cuerpo. Aquellos verdaderos cristianos no  escatimaron el dedicar tiempo a hablar de Cristo, sino que  avanzaban tenazmente para extender  del Reino. Podemos atribuir su obediencia al amor a las almas.  Pero déjame decirte que sobresalía por mucho su devoción a Cristo, ésta era su principal motivación para entregarse de lleno a esta tarea.

Esa necesidad de compartir el Evangelio es lo que necesitamos tanto hoy en día; hace falta una Iglesia consumida por un celo por Dios que la moviliza, que la hace sentirse inquieta por los miles de perdidos que esperan escuchar las Buenas Nuevas..  Bien nos haría preguntarnos ¿Qué fue lo que nos sucedió? ¿Cuando fue que perdimos la visión? ¿O quizás nunca la tuvimos realmente?

Dando por hecho de que somos la verdadera Iglesia, hay una sola y dura respuesta a todos estos cuestionamientos y se resume en “Indiferencia”.  La frialdad espiritual, la falta de compromiso con Jesucristo y el querer ganar el mundo a costa de perder nuestra alma,  es lo único que puede hacer callar a la Iglesia; pues a los creyentes del pasado, ni la pobreza material, ni la falta de recursos, ni la persecución, incluso ni la ignorancia fueron suficientes motivos para que dejaran de extender el Evangelio en sus comunidad.  Siempre fue su devoción y amor a Dios lo que los motivó y los hizo estar dispuestos  a ser Iglesias evangelizadoras. El Señor siempre proveyó de todo lo necesario para que sus fieles salieran al campo y así se cumplieran sus propósitos, tal y como hoy en día Él ha puesto al alcance de los creyentes en Jesucristo, ministerios como Cruzada Mexicana, dedicados a suplir del material necesario para que todo creyente cumpla con su misión de testificar a sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y escuela, etc..

Por lo tanto, no hay razón para no continuar llevando palabras de aliento, esperanza y fe a tantas personas que carecen de ellas. Los tiempos difíciles nunca significaron pasividad o abandono de esta importante labor, mucho menos debería ser así en nuestras Iglesias cristianas,  si en verdad nuestro Dios es el “Todopoderoso”. Actuar así es contradictorio, es como asumir que nuestro Dios es incapaz de hacerse brillar ante tanta maldad.

Más bien tiempos difíciles significan para Dios la grandiosa oportunidad para magnificar Su gloria y para nosotros el privilegio de sufrir por él. Si, sufrimiento no siempre es malo y para el cristiano mucho menos, éste siempre trae consigo el propósito de una bendición implícita, es el acto renovador que Dios emplea para pulir a sus hijos. Sería muy edificante tener grabadas en nuestras mentes las palabras del Apóstol Pablo:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28

Así que el que vivamos tiempos difíciles, que sepamos que hay gran indiferencia o se sufre de mucha oposición y que nadie quiere escuchar la Palabra de Dios, nunca nos eximirá de nuestra obligación de ir y evangelizar. Además Jesús nunca prometió circunstancia mejores que no fueran la apatía de los hombres y las circunstancias adversas, pues nos previno en Lucas 10:16: “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que a mí me desecha, desecha al que me envió”.

Basta con echar un vistazo al libro de los Hechos para darnos cuenta que en medio de tanta oposición la Palabra se predicaba, y qué podemos decir de los cristianos que sufrieron la llamada “santa inquisición” que por sus creencias eran acusados de herejes y quemados en la hoguera, o en la época del comunismo cuando se encarcelaba y mataba a los “rebeldes” que preferían mantener su fe antes que ceder a la falsa iglesia impuesta por el gobierno, o que hay de los creyentes genuinos de los años 60s que tuvieron que luchar contra la corriente hippie y la revolución sexual que los tachaba ante el mundo de ignorantes anticuados, y que a pesar de que esta corriente acaparaba todo el ambiente, ellos siguieron predicando de la pureza y la santidad que de Cristo emana. Sólo por mencionar algunos ejemplos,  pero todos estos representaron tiempos difíciles para la verdadera iglesia pero el Evangelio nunca se ocultó ni cesó de pregonarse.

Así que es urgente y necesario despertar a la realidad de que nuestro Señor desea que su Iglesia atienda a Su mandato de Ir y predicar el Evangelio  en el tiempo y el espacio que le toca vivir hoy, sin importar las circunstancias y me atrevo a decir que tampoco sus consecuencias. Al final todo será empleado para  justificar nuestra razón de existir “la gloria de Dios” y nuestro galardón nos estará aguardando a todos aquellos que incondicionalmente y sin reservas  creemos y atendemos a Su llamado, poniendo como máxima prioridad el hacer Su voluntad y no la voluntad de este mundo tan vano y volátil que inevitablemente un día perecerá junto con todos aquellos que no quisieron mirar la Verdad.

“Jesús tu representas la verdad  y la esperanza que el ser humano está necesitando en estos tiempos de grandes revueltas y oscuridad.  Hoy como siempre Tú eres lo único digno de quien vale la pena  hablar. Tu amor y pureza son cosa extraña a los conceptos del mundo, sin embargo para nosotros son el deleite supremo, y la esperanza de nuestra liberación inminente de este estado de muerte para siempre.  Haz de nosotros siervos consumidos por una desbordante pasión por hacer tu voluntad sin importar cuán buenas o malas sean nuestras circunstancias”.

 

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